sábado, 21 de marzo de 2015

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Primera Escuela

El juego y los juguetes de 2 a 4 años

  ¡Qué bien! Ahora que ya camino como si lo hubiera hecho toda mi vida y hablo todo lo que puedo y mucho más… ¡puedo jugar a tantas cosas! Pero mis juguetes se me están quedando “pequeños”. Ahora quiero pinturas de colores, casas de muñecas, un triciclo, un juego de construcción para hacer una granja y poner dentro a todos mis animales, ¿y qué más…? ¡Ah! ¡Y muchos disfraces!
   A partir de los 2 años nuestro hijo da un salto gigantesco en su crecimiento y entra en una nueva etapa evolutiva muy diferente a las anteriores. Todas las cosas que ha aprendido hasta ahora le servirán de base para nuevos aprendizajes más elaborados. La naturaleza del juego empezará a cambiar y también el lugar que ocupamos nosotros en su juego.
· Desarrolla la capacidad para pensar sobre las cosas que descubre.
· Su habilidad manual crece enormemente de manera que cada vez es capaz de hacer más cosas.
· Se produce una “explosión” del lenguaje, ampliando su vocabulario y perfeccionando sus construcciones gramaticales, que afectará directamente a su manera de jugar.

   La habilidad para pensar, el lenguaje y el mayor dominio de su cuerpo hacen que los juegos que hasta ahora le entretenían se le queden un poco pequeños. Ahora nuestro hijo necesita nuevas experiencias, personas y objetos que alimenten su imaginación, y seguramente le gustará participar cada vez más en el mundo de los adultos.
   Los juguetes son divertidos pero también son herramientas para descubrir cosas sobre el mundo y para adquirir gradualmente las habilidades que necesitará cuando sea adulto. Seleccionar correctamente los juguetes es fundamental ya que a través de ellos enseñamos a nuestros hijos muchos aspectos del mundo y de la forma como éste funciona.
   Juguetes para 2-3 años
   A los 2 años a nuestro hijo le encanta explotar sus nuevas habilidades y necesita tiempo para perfeccionarlas, sobre todo las de caminar, correr, subir, saltar, bajar y, por supuesto, caerse y levantarse. Por eso es importante ofrecerle juguetes que le permitan experimentar con los movimientos: juguetes de arrastre, pelotas, balancines, caballos de cartón, piezas grandes de espuma en las que pueda subirse y tumbarse a sus anchas, tubos y estructuras de tela por las que pueda entrar y salir, etc. También le siguen gustando los juguetes que le permiten identificar colores, formas y tamaños. Primero aprenderá los colores primarios (rojo, azul, amarillo y verde), las formas más sencillas (círculo, cuadrado y triángulo) y los tamaños elementales (grande y pequeño). Seguramente buscará funciones nuevas para los objetos que ya conoce y le encantará poder hacer cada vez más cosas con un mismo instrumento.
   Su habilidad manual ha mejorado de forma increíble y él se sentirá orgulloso de ver todo lo que es capaz de montar y desmontar. Por eso, los juegos con bloques de madera o de plástico que le permitan construir libremente son un juguete muy apropiado para este momento. Cada vez afinará más esta habilidad y empezará a dominar piezas cada vez más pequeñas. En la realización de esta actividad le interesará más el proceso que el resultado que obtenga.
   Le gusta que le cuenten cuentos y disfruta escuchando una y otra vez la misma historia. Pero aunque sepáis cuál es el que más le gusta y el que siempre os pide, es importante que le dejéis escoger a él. Así fomentaréis su autonomía y su capacidad de decisión.
   ¡Ah! Y no olvidemos los juguetes ‘flotantes’ porque todavía disfruta pasando un largo rato en la bañera jugando; incluso podemos encontrar cuentos de plástico ideales para el baño.
   Juguetes para 3-4 años
   En los juegos de movimiento ahora participa todo el cuerpo: tronco, cabeza y extremidades, y nuestro hijo pondrá constantemente a prueba sus límites físicos. Los juegos que se realizan en exterior que supongan correr, saltar, columpiarse, bajar por el tobogán, hacer carreras, jugar a la pelota, caminar por un bordillo bajo o subir y bajar escaleras son muy beneficiosos, aumentan su coordinación y desarrollan su fuerza muscular y su agilidad.
   Y como su movimiento ahora es mucho más seguro, ya puede empezar a ir en bicicleta o en triciclo. Este tipo de juguetes refuerzan su seguridad en el desplazamiento y la motricidad de todo el cuerpo. También ejercitan el equilibrio, la coordinación de movimientos y la orientación espacial, ya que debe desplazarse y escoger el camino de una manera autónoma.
   Ofrécele juegos de construcción más elaborados. Ya no sólo le gusta construir sino también organizar el espacio que está construyendo y hacer que se parezca a aquellos espacios que conoce. Para eso son útiles las casas de muñecas, pistas de trenes, carreteras con coches, castillos, etc. ¡Ah! Y sobretodo es la etapa en que comienza a imitar la realidad: jugará a cocinitas, a papás y a mamás, a médicos, a maestros, etc. Por eso, durante este periodo, le encanta disfrazarse y utilizar utensilios domésticos de verdad o juguetes que reproducen la realidad: cacharros de cocina, muñecas, animales de peluche, gafas de sol, coches, casitas…
   Durante esta edad, nuestro hijo irá perfeccionando el movimiento de las manos, siendo ahora mucho más preciso. Podemos ofrecerle muchas actividades que estimulen la psicomotricidad fina: pasar páginas, rasgar, recortar y doblar papel, enroscar, enrollar, amasar… Poco a poco veremos como sus dedos adquieren más agilidad y autonomía. Los materiales moldeables, como el barro o la plastelina, son ideales para llevar a cabo distintas manualidades.
   Hacer rompecabezas y puzzles también le ayudará a potenciar sus aspectos cognitivos. Si no está habituado a hacer puzzles, lo más adecuado es empezar con uno que no tenga muchas piezas y hacerlo de manera conjunta para, poco a poco, dejar que él vaya completándolo.
   La creatividad infantil
   A esta edad, se inicia en el dibujo. Primero no podremos considerar que dibuje nada, ya que sólo hará garabatos, pero poco a poco irá perfeccionando esta nueva habilidad. Al principio, el uso de los colores no tendrá ninguna relación con la realidad, cogerá el color que tenga más a mano. Pero poco a poco irá seleccionando aquellos colores que él crea que se ajustan mejor a como las cosas son en realidad. Cada vez se fijará más en estos detalles. Hacia los 4 años, los dibujos que hace nuestro hijo ya empiezan a ser reconocibles.
   Para desarrollar al máximo su creatividad es importante que tenga a mano el material que necesita. Procuremos proporcionarle distintos materiales, no nos limitemos a comprar una caja de colores y que siempre tenga que pintar con ellos; podemos ofrecerle acuarelas, pintura, ceras, rotuladores, tizas, etc. Y también papeles de colores, cola de pegar, pegatinas, adhesivos infantiles… para que pinte o pegue sobre papel, cartón, cuadernos de colorear, objetos diversos, etc. Lo importante es que experimente y conozca diversas técnicas. Para ello, lo mejor que podemos hacer es dejar que nuestro hijo elija con qué quiere pintar o qué tipo de ‘obra’ quiere hacer y que nos ayude a preparar la actividad: cubrir la mesa de dibujo (o incluso el suelo) con plástico o papel de periódico, ponerse una bata o camisa vieja sobre la ropa, preparar el papel de dibujo, tener un trapo a mano, etc.
   Otra idea para que dibuje a sus anchas es colgar un papel enorme en la pared para que pueda pintar todo lo que quiera y dejarlo colgado para que, cuando le apetezca, pueda reanudar la actividad de forma espontánea. Y no es mala idea, si todavía no lo habéis hecho, facilitarle materiales moldeables como la plastelina, barro, etc. para que experimente creando nuevas formas.
   La escritura también es otra forma de representación gráfica, que adquirirá más adelante. No obstante, puede iniciarse en la representación de alguna letra y aprender a reconocer su nombre.
   Juego simbólico
   Desarrollar la imaginación a través del juego simbólico es una cuestión de vital importancia durante esta edad: jugar a que ellos mismos o los juguetes y objetos que eligen son una cosa distinta de lo que son en realidad. A partir de la invención, pero basándose en la realidad que conocen, iniciarán un juego de roles parecido a una representación teatral. Llega el momento de entrar en la habitación de tu hijo y sorprenderlo hablando solo con todos sus muñecos sentados en fila, en su cama, atendiendo lo que les dice el profesor. Déjale inventar: que se enfade como su profesor, que llore como su hermano pequeño, que conduzca el coche como su mamá. Este juego está lleno de símbolos que le prepararán para la entrada en el mundo social. Al mismo tiempo, también servirá como forma de expresión a través de la cual nuestro hijo puede proyectar experiencias emocionales negativas.
   A esta edad, aún le cuesta jugar conjuntamente con otros niños porque cada uno necesita sus juguetes y un espacio individual bien delimitado. Poco a poco empezará a relacionarse con otros niños, primero para pelearse por un muñeco y luego para: “va, jugamos a que yo soy la mamá y tú la hija”. El juego simbólico ayudará a nuestro hijo en su socialización, ya que poco a poco aprenderá a compartir ese juego ficticio con sus compañeros y hermanos.
   Para hacer posible este tipo de juegos, podemos facilitarle aquellos juguetes que imiten la realidad y los quehaceres diarios: muñecos, casitas donde puedan entrar, garajes con coches, disfraces, teléfonos, cocinitas, cochecitos y todos los objetos cotidianos que se nos ocurran: de limpieza, higiene, bricolaje, jardinería, profesiones… Con el juego simbólico, nuestro hijo empezará a anticipar y a expresar intenciones, es decir, a planificar previamente lo que quiere hacer (qué juguetes utilizará, qué roles adoptará cada uno…). Este es un gran paso hacia la maduración psicológica de nuestro hijo, que poco a poco se iniciará en los juegos de reglas.
   El juego “de violencia”
   Debemos diferenciar el juego “de violencia” del juego violento. Aunque no compremos juguetes bélicos a nuestros hijos es muy posible que ellos mismos transformen un palo en una escopeta o en la espada de un guerrero. Están imitando la realidad y en la realidad que les rodea también hay violencia, aunque ésta sea en lo poco que hayan visto por la televisión o en algunos comportamientos de los adultos que los rodean. Es importante aceptar estos juegos como tales y no darles mayor importancia. Lo que sí podemos hacer es explicarle a nuestro hijo la diferencia entre la realidad y la ficción y entre aquellos comportamientos que consideramos correctos de los que no lo son.
   El “sexo” de los juguetes
   Los padres no deberíamos diferenciar entre juguetes para niños y para niñas. De hecho, el modelo de conducta que le estamos enseñando a nuestro hijo es que tanto su papá como su mamá le han cambiado los pañales, que tanto él como ella conducen el coche indistintamente y que ambos se turnan para preparar la cena, planchar la ropa o hacer bricolaje. Por eso, es evidente que si nuestro hijo juega a imitar lo que hacemos los adultos, tanto si es un niño como si es una niña, se sienta atraído a repetir todo aquello que hacemos nosotros. Si su papá le ha cambiado los pañales y le baña por las noches, él o ella jugará a hacer lo mismo con sus muñecos, y si su mamá conduce el coche y cambia una bombilla fundida también querrá imitar esas actividades.
   A veces los padres pensamos que la orientación sexual de nuestros hijos se puede ver influenciada por el tipo de juguetes que utilizan, pero esto no es cierto. No estamos inculcando ningún tipo de orientación sexual. Lo que estamos haciendo es educar a seres humanos, cuanto más completos, mejor preparados y más abiertos mejor.
   Anna Sala Ferran. Licenciada en Psicología